Sobre la verdad ilustrada
"... Hay algo en la conciencia de los ilustrados que no les permite soportar la noción de superioridad moral de los demás. Se resignan a la existencia de un primer secretario del partido o de un führer como si fuesen un mal necesario, pero cuestionarían ansiosamente a un profeta. Presumiblemente eso es así porque ser considerado un esclavo resulta menos descorazonador que enterarte de que moralmente eres un cero a la izquierda. Después de todo no se debería pegar a un perro apaleado. Y sin embargo, un profeta pega a un perro caído no para acabar con el, sino para ponerlo otra vez de pie. La resistencia a esos golpes, el cuestionamiento de las afirmaciones y acusaciones de un escritor, no surgen del deseo de verdad, sino de la suficiencia intelectual de la esclavitud. En ese caso, lo peor para los ilustrados no es que la autoridad sea no sólo moral sino también cultural, como fue el caso de Nadiezhda Mandelstam..."
Josheph Brodsky
Prólogo a
Contra toda esperanza. Memorias de Nadiezhda Mandelstam