3 de Agosto - Trincheras del Lisert
...No tenía conciencia del tiempo; me doy cuenta ahora de que han pasado ya las dos horas y que alguien se acerca por detrás para el relevo. El regreso es como retomar un sendero después de haber caminado por la cresta de una pared rocosa. Me tumbo detrás de mis toneles de sardinas, pero no me duermo. Una vez relajada la tensión, se apoderan de mí sentimientos y pensamientos refrenados hasta ahora con la voluntad. Ahora capto el peligro cuya presencia ya había advertido. Revivo de manera completamente distinta la situación de hace un momento: me vuelvo a encontrar con la imaginación entre las dos estacas extremas de la alambrada; pero ahora mis sensaciones no son precisas, ahora tiemblo por dentro ante la eventualidad de que una sombra se alce delante de mí, un hombre, en cuyo cálido pecho debería hincar mi dura bayoneta: no, para no matar y para que no me maten, escaparé, gritando la alarma desesperado, hacia mi trinchera, me mezclaré con los otros, formaré parte de un todo que vibra y actúa bajo un impulso común; pero solo no, solo es terrible. Debo dominarme para no temblar físicamente. Me invade una piedad inmensa hacia esta pobre carne, hacia mí mismo, tan pequeño y débil. Tan Firmes, tan decididos a morir y a matar: pero en el fondo, como hojas azotadas por un huracán. Me duermo, necesitado de un consuelo que no puedo pedir a los hombres ni sé implorar a Dios. ...
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