Krapotkin,
9 de diciembre de 1942
Ayer por la noche, partida hacia el XVII
Ejército con el tren correo; resultó ser un automóvil colocado sobre las vías
del tren, que remolcaba un vagón de mercancías. Tras un breve recorrido nos
quedamos parados sobre los raíles una buena parte de la noche, bajo una
tempestad de nieve. Logramos reunir un poco de leña, y así estuvo calentándonos
durante una o dos horas una pequeña estufa.
Por
la mañana, llegada a Krapotkin; aquí he pasado el día entero aguardando el tren
que debía llevarme a Beloréchenskaya. En el vestí bulo de la estación, grande y
desnudo, estaban aguardando con impaciencia, igual que yo, muchos centenares de
soldados. Permanecían de pie, reunidos en grupos silenciosos, o bien estaban
sentados en sus equipajes. A ciertas horas se agolpaban delante de unas
ventanillas en l
as que se repartía café o sopa. En aquella elevada sala se notaba la cercanía de las enormes fuerzas constrictivas que impelen a los seres humanos, pero que aún no se revelan a sus ojos: el titánico poder helado. De ahí la impresión de que la voluntad está solicitada en todas sus fibras, mientras que la inteligencia permanece ociosa. Si se consiguiera tener una intuición pura de esto, en el cuadro de un pintor, por ejemplo, sería sin duda una gran distensión, un alivio. Pero tal cosa resulta imposible, como imposible resulta también el que ya en esta fase interprete los acontecimientos un gran historiador, o, mejor todavía, una novela. Pues ni siquiera se conocen los nombres de los poderes que están contendiendo entre sí.
as que se repartía café o sopa. En aquella elevada sala se notaba la cercanía de las enormes fuerzas constrictivas que impelen a los seres humanos, pero que aún no se revelan a sus ojos: el titánico poder helado. De ahí la impresión de que la voluntad está solicitada en todas sus fibras, mientras que la inteligencia permanece ociosa. Si se consiguiera tener una intuición pura de esto, en el cuadro de un pintor, por ejemplo, sería sin duda una gran distensión, un alivio. Pero tal cosa resulta imposible, como imposible resulta también el que ya en esta fase interprete los acontecimientos un gran historiador, o, mejor todavía, una novela. Pues ni siquiera se conocen los nombres de los poderes que están contendiendo entre sí.
Pensamiento al ver aquello: «No es posible restaurar la libertad en el
sentido en que se la entendió en el siglo XIX, que es lo que muchos siguen soñando; la
libertad ha de elevarse a la altura nueva y helada del proceso histórico y aun
subir más arriba todavía: como un águila que sobrevuela las almenas que
emergen del caos. También la libertad habrá de pasar por el dolor. Es preciso
volver a merecerla».
Beloréchenskaya,
10 de diciembre de 1942
Partí de Krapotkin con quince horas de
retraso, si bien es verdad que en estos lugares la palabra «retraso» pierde su
significado. Es preciso instalarse de un salto en el estado vegetante, en el
cual se cesa de sentir impaciencia.